Médiums interesados
En nuestro artículo sobre los escollos de los médiums, hemos puesto la codicia entre los defectos que pueden dar cabida a los Espíritus imperfectos. Algunos desarrollos sobre este tema serán útiles.
Se debe colocar, en el primer nivel de los médiums interesados, a aquellos que podrían hacer de su facultad una profesión, al realizar lo que se llama consultas o sesiones remuneradas. (…)
Pero quienquiera que conozca, aunque sea un poco, las condiciones difíciles en las que los buenos Espíritus se comunican con nosotros, cuán poca cosa basta para alejarlos y la repulsión de ellos por todo lo que es de interés egoísta, jamás podrá admitir que los Espíritus superiores estén al capricho del primero que llegara y que les hiciera venir a cierto monto por hora; el simple buen sentido rechaza semejante suposición.
¿No sería también una profanación evocar a su padre, a su madre, a su hijo o a su amigo por un medio semejante?
Sin duda, se pueden tener comunicaciones de ese modo, ¡pero Dios sabe de qué fuente!
Los Espíritus frívolos, mentirosos, traviesos, burlones y todo el tropel de Espíritus inferiores vienen constantemente; están siempre listos a contestar a todo. San Luis nos decía otro día en la Sociedad: «Evocad una roca y ella os contestará».
Aquel que desea comunicaciones serias debe instruirse, ante todo, sobre la naturaleza de las afinidades del médium con los seres de ultratumba.
Ahora bien, aquellas que pueden tener el afán de lucro sólo pueden inspirar una confianza muy mediocre.
Los médiums interesados no son únicamente aquellos que podrían exigir una remuneración fija.
El interés no se traduce siempre por la esperanza de una ganancia material, sino también por las intenciones ambiciosas de toda naturaleza, en las que se pueden fundar expectativas personales.
Está también allí una imperfección que los Espíritus burlones saben muy bien aprovechar y lo hacen con una habilidad, una astucia verdaderamente notable, ilusionando y engañando a aquellos que se ponen, así, bajo la dependencia de ellos.
En suma, la mediumnidad es una facultad concedida para el bien, y los buenos Espíritus se alejan de quienquiera que pretenda hacer de ella un escabel para lograr cualquier cosa que no corresponda a los designios de la Providencia.
El egoísmo es la llaga de la sociedad; los buenos Espíritus lo combaten, no se puede suponer que vengan a servirle.
Eso es tan racional que sería inútil insistir más sobre este punto.
Los médiums de efectos físicos no están en la misma categoría.
Como esos efectos son producidos por Espíritus inferiores poco escrupulosos en cuanto a los sentimientos morales, un médium de esa categoría que deseara explotar su facultad podría, pues, contar con que lo asistirían sin demasiada repugnancia; pero eso presenta otro inconveniente.
El médium de efectos físicos, no más que aquel de comunicaciones inteligentes, no ha recibido su facultad para su placer.
Ésta le ha sido concedida a condición de hacer un buen uso de ella y, si él abusa, su facultad le puede ser retirada, o incluso volverse en detrimento de él, porque, en definitiva, los Espíritus inferiores están subordinados a los Espíritus superiores.
A los Espíritus inferiores les gusta mucho mistificar, pero no les gusta ser mistificados. Si se prestan, de buen grado, a las bromas, a las cosas de curiosidad, no les gusta más que a los otros ser explotados, y demuestran, a cada instante, que tienen su voluntad, que actúan cuándo y cómo les parece bien, lo que hace que el médium de efectos físicos esté aún menos seguro de la regularidad de las manifestaciones que el médium escribiente.
Pretender producirlas en días y horas fijos sería dar demostración de la más profunda ignorancia.
¿Qué hacer, entonces, para ganar su dinero? Simular los fenómenos; es eso lo que puede suceder no solamente con aquellos que hagan de eso una profesión declarada, sino incluso con las personas simples en apariencia y que se limiten a recibir una remuneración cualquiera de los visitantes.
Si el Espíritu no produce el fenómeno, se lo suple: la imaginación es tan fecunda cuando se trata de ganar dinero; es una tesis que desarrollaremos en un artículo específico a fin de alertar contra el fraude.
De todo lo que precede, concluimos que el desinterés más absoluto es la mejor garantía contra la charlatanería, pues no hay charlatanes desinteresados.
Aunque el desinterés absoluto no garantiza siempre el carácter bueno de las comunicaciones inteligentes, quita a los malos Espíritus un poderoso medio de acción y cierra la boca de ciertos detractores.
Por Allan Kardec
Texto extraído de Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, marzo de 1859