Todos tenemos un Espíritu bueno, vinculado a nosotros desde nuestro nacimiento, que nos ha tomado bajo su protección.
Desempeña junto a nosotros la misión de un padre para con su hijo: la de conducirnos por el camino del bien y del progreso, a través de las pruebas de la vida.
Es feliz cuando correspondemos a sus cuidados, y sufre cuando ve que nos rendimos.
Su nombre importa poco, porque puede ser que no tenga un nombre conocido en la Tierra.…