Opinar distinto: (Hacia la unión desde lo diverso)
El otro día, el comentario de un amigo subido a un site espírita de una red social, suscitó entre otros compañeros un alarmismo -exento de maldad- pero totalmente desproporcionado, pues ni el contenido (ni las intenciones) de ese comentario escrito fueron las de crear malestar ni provocación alguna más allá de compartir una opinión personal.
Al final los comentarios haciendo determinadas observaciones extrapolaron el sentido original, y entre unos y otros provocaron una polémica innecesaria que, encima, no figuraba en el mensaje en cuestión.
Esto, unos días más tarde, me hizo reflexionar en un par de cosas que, finalmente, han terminado por confluir en este artículo-reflexión.
¿Por dónde estamos caminando, realmente, si entre hermanos de ideal, el escuchar una opinión diferente (o en apariencia diferente) llega a provocar encendidas reacciones de alarma?
¿Estamos preparados para mirar las cosas desde otra perspectiva, o al menos, aceptar que otros la tengan?
¿No confundimos a veces la pureza doctrinaria con la rigidez de pensamiento? El mensaje residual de este tipo de reacciones provoca en el lego justo lo que tanto se teme: rechazo ¿Por qué? Porque sabe a corporativismo más que a algo espiritual y transformador…
Es como si hubiese un “guión”, invisible, implícito, pero de gran peso, y salirse de él fuese sinónimo de apostasía o de incómodo tabú.
Me temo que, en algún momento del camino, hemos olvidado que no ocurre nada malo por opinar diferente (antes todo lo contrario), sobre todo si se trata sólo de ser pacífico y amigable, pero sincero, no un provocador …aunque finalmente por algunos sea otorgada de manera automática la etiqueta de “polemista”.
Quizá nos hemos acostumbrado a rodearnos de una especie de burbuja evangélico doctrinaria tan repleta de mensajes amorosos como ausente de confianza, pensamiento libre y auto-crítica… y dudo mucho que sin estas tres cosas el movimiento marche con dignidad y coherencia.
Si leo las sabias reflexiones de Kardec, o acudo a los textos sensatos y sensibles de Herculano Pires o las páginas de La luz del porvenir se reafirma mi cada vez menos fe en este Espiritismo tan pastoral como desconfiado, o aquel que nace y muere en una asamblea, o aquel otro que queda limitado a las directrices de tres o cuatro líderes cuyas opiniones son ley y no pueden ser puestas en duda (por que opinar diferente sea sinónimo de ir contra ellos).
Estas cosas pasan… y deberíamos trascenderlas, no esconder la cabeza como los avestruces por temor a provocar evangélicas sensibilidades.
A menudo hay más maldad en las reacciones de los ortodoxos (o los timoratos) que en las observaciones de los que simplemente, y desde la paz, han pensado diferente.
Seguramente muchos estarán más cómodos visitando o colaborando en webs o chats donde todos piensen lo mismo (aunque por dentro piensen diferente), las opiniones sigan un protocolo amable (pero que no puede pasarse por alto) y todo se amenice con amorosos pots de Emmanuel. Quizá pensemos que así se hace más Espiritismo que en otros lugares de la red, donde además de Emmanuel, también tenga su lugar el debate constructivo y el libre pensamiento.
Los que acusan a otros de ser polemistas (sin tener vocación de eso, ni de lejos) por expresar algo diferente desde una actitud amiga y sincera, se llevarían las manos a la cabeza si leyesen las encendidas opiniones de un H. Pires, un Colavida o una Amalia, que no solo eran terriblemente directos sino que sus abiertas críticas para el movimiento espírita, o para ciertos sectores del mismo, raramente eran diplomáticas y, por supuesto, escasamente afectuosas.
Sus opiniones podían ser tan contundentes como, carecer de cualquier atisbo de remilgo evangélico… Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Debemos ser mansas ovejas sin opinión propia que solo siguen la voz de este o aquel pastor de renombre? Ninguno de los ilustres personajes antes citados era precisamente un corderito… pero el Espíritu de Verdad brillaba en sus corazones.
La polémica por la polémica es insustancial, a veces incluso malsana. Los polemistas no hacen bien al movimiento espírita ni a sus centros, si los tuvieren. Pero esto no significa que debemos de callar para no “molestar” la opiniones de la mayoría, (por “sensibles” que estos puedan ser…), sobre todo cuando nuestras intenciones irradian desde el respeto y la unión.
Las diversidad de opiniones, las propuestas diferentes, invitan a mirar las cosas desde más ángulos, y, por lo mismo, inspiran ideas y actuaciones. ¿Cómo avanzar si permanecemos inflexibles y severamente establecidos en las mismas consignas y las mismas acciones?
Obviamente no basta con tener opiniones diferentes, sino que estas deben ser conducidas hacia la unificación, pero, en cualquier caso, esto no se consigue desde la rigidez.
La crítica respetuosa y la opinión personal (amiga y pacífica), que apuesta por el diálogo y la confianza fraternal siempre serán signos de madurez, participación y progreso.
Por Lumen