Más si no tuviera Amor …
En un rincón apartado, de este minúsculo planeta. En un sistema planetario que se halla en una de las colas de nuestra galaxia. Galaxia que se desplaza a velocidades inaprensibles para nuestra cotidiana capacidad de medir tiempo y espacios. En esa insondable locura a la que subo, bajo de súbito al volver a escuchar el teclear en mi ordenador. ¿Todo esto para nada?
Tener conciencia para indagar el medio que nos rodea, del que somos parte, pues nos confecciona a la vez que lo transformamos, en este baile de figuras suyas y propias. ¿Todo esto para nada?
Decirte te quiero, sentirte cerca, saber que en ti tengo confianza, aunque vengan malos momentos, y quizá llegada una época dejemos de hablarnos, sin necesidad de la desaparición física. Sino por fin de una época. ¿Pero todo esto para nada?
Me viene Bécquer a la mente, «¿el amor que se olvida, dime mujer, sabes dónde va?»
Bécquer, ¿quién es? Para un nacido en España, no necesita presentación, se sabe que es el lirismo sentimental que ha marcado toda una forma de entender la poesía desde su entonces. Para un hispanoamericano también puede ser familiar su nombre, aunque tampoco tendría porqué, al igual que yo ignoro muchos de los nombres de quiénes marcaron allí estilo. Un nombre, un hombre, un mito. Y el mito ¿para qué? Para dar eternidad, embellecer y beatificar el sentir humano de trascender, de seguir amando, aún después de fenecer.
Decía Quevedo, «polvo serán, (sus despojos) mas polvo enamorado». «Serán ceniza, mas tendrán sentido».
Aún en nuestra nimiez nos revelamos como dijo Heine: «Y no dejamos de preguntarnos / una y otra vez, / hasta que un puñado de tierra / nos tapa la boca… / Pero ¿es eso una respuesta?»
Por esto, y por más cosas. Ningún estudio serio de Espiritismo, puede resultar ajeno a nuestra esencia.
Por Myriel