La Ley de Sociedad nos invita al Altruismo
El aislamiento y la soledad son, en muchas sociedades, la razón de la creación de subculturas. En ocasiones, hay subculturas que promueven valores que no conllevan a la Felicidad, sino al hedonismo y al aislamiento. A pesar de esto, notamos que el deseo de evitar la desconexión humana es la motivación intrínseca del crear relaciones con otros individuos que piensan, ven o actúan como yo.
Evolutivamente, tanto espiritual como biológicamente, los seres humanos estamos viviendo en un universo donde la socialización es una parte esencial de ese evolucionar individual y colectivo.
Hay una correlación directa entre nuestras necesidades afectivas, nuestras aspiraciones superiores, nuestros anhelos y el compartir con otros.
Cuando Allan Kardec incluye entre su propuesta de las Leyes Morales a la Ley de Sociedad (Preguntas desde la 766 a la 775 en El Libro de los Espíritus), lo hace teniendo por base las teorías socio educativas de su época.
A pesar de que esto, a priori, podría percibirse como una limitación, realmente la teoría social continúa postulando la necesidad de la vida en sociedad y la Ciencia de la Felicidad refuerza su importancia y relevancia.
No obstante, todavía hoy día algunos espiritistas, quienes tal vez continúan cargando atavismos religiosos relacionados con el pecado, la maldad y la condenación, piensan que el ser humano, que el Espíritu en sus primeras encarnaciones, incluso previo a la hominización, es de naturaleza egoísta.
Es más, algunos toman esa postura para justificar o elaborar alguna hipótesis que cree forzosamente un paralelismo entre las fábulas del “pecado original” y la “caída del hombre”.
Podemos notar la intención de la pregunta #768 que Kardec plantea: El hombre, al buscar la sociedad, ¿obedece tan sólo a un sentimiento personal, o hay en ese sentimiento un objetivo más general de la Providencia?
Nos parece que queda claro que el Codificador buscaba entender si lo que notamos en el orden natural era parte de un feliz accidente, de una planificación previa o de una fuerza irresistible y fatalmente aplastante.
Los Colaboradores Espirituales, muy sabiamente, le esclarecen: “El hombre debe progresar. Solo, no puede hacerlo, porque no posee todas las facultades. Necesita el contacto con los demás. En el aislamiento, se embrutece y se marchita”.
Kardec continúa haciendo una observación: Ningún ser humano tiene facultades completas. Mediante la unión social los hombres se complementan recíprocamente a fin de asegurarse su bienestar y progresar. De ahí que, por necesitarse los unos a los otros, estén hechos para vivir en sociedad y no aislados.
Entre eso que desarrollamos los individuos, en esa unión social a la cual se refiere el Codificador, está el Altruismo.
Este valor que hace parte integral de la Felicidad se refiere a cuando procuramos o buscamos el bienestar de otros, aunque esto conlleve riesgo o pérdida para nosotros mismos.
Como un ejemplo genérico podemos pensar en los individuos que marchan y se expresan por los derechos humanos más básicos, a pesar de las represiones que puedan acarrear dichas marchas.
La historia está llena de ejemplos, y por no faltarle a todas las personas que han sido mártires del Progreso y el Bienestar General, evitaremos señalar a solo algunos de ellos.
Ser Altruistas en un contexto amplio, socialmente hablando, tiene que ver con el sumar fuerzas.
Se puede ser altruista de forma individual, pero hay más resultados y fortaleza en el altruismo colectivo.
Los estudios relacionados al concepto del Capital Social, que tienen que ver con la red de relaciones en nuestras vidas y los beneficios tangibles e intangibles que derivamos de dichas relaciones, prueban que el Altruismo es un comportamiento básico entre nosotros.
Por eso, cuando hay cierta madurez espiritual, cierta conciencia fuera de los confines de lo cómodo, buscamos interactuar con otros en actividades ennoblecedoras.
Las investigaciones en el campo de la antropología social, de la sociología y de la psicología, nos indican que, a diferencia de los que creen que el egoísmo y la maldad son parte esencial de la condición humana, ocurre todo lo contrario.
Los animales, ese estadio prehumano para el Principio Espiritual o el Pre-Espíritu, son altamente sociables y trabajan colaborativamente.
De igual manera, los individuos, hasta en los momentos más cercanos a los primeros homínidos, se crecían, prosperaban, se protegían y sobrevivían, gracias a la socialización.
Algunos han llegado a argumentar que la verdadera razón de todo esto era una reacción ante el instinto de supervivencia, pero esa es una visión sumamente conductista-materialista que está siendo iluminada o reemplazada por una perspectiva más colaboracionista y cooperativista de la relación humana.
No estamos negando que la conexión social y el altruismo generan una serie de efectos en el organismo físico que pueden servir como refuerzo a esta actividad.
Después de todo, ciertas conductas prosociales están directamente relacionadas a la producción en nuestro cerebro de un neuropéptido llamado Oxitocina.
Esta, la Oxitocina, es más comúnmente conocida, en el medio científico especializado, como la droga del amor. Es un producto químico en nuestro cerebro, que estimula la confianza, la devoción y la bondad, que son algunas de las actividades donde queda expresado en cantidades más evidentes.
Ahora bien, si el cuerpo refleja los estados pensamentales de los individuos, como demuestran los estudios e investigaciones espíritas, de las neurociencias y de otras ciencias afines, veremos que los actos de bondad, de Altruismo, van más allá del simple sobrevivir y no están circunscritos a un nivel específico de desarrollo sociocultural, ni tampoco quedan determinados por un pasajero y químicamente inducido sentido de bienestar.
La producción de Oxitocina, al pensar en hacer algo noble, relevante y altruista o al llevarlo a cabo, puede ayudarnos a modular los niveles hormonales alterados por el estrés (factor directamente relacionado al cáncer y a eventos cardíacos); puede inhibir respuestas cardiovasculares al estrés o puede ayudarnos a regular nuestra presión sanguínea en momentos de tensión.
Pero todos estos son reflejos o efectos de la causa volitiva detrás de la conducta: la Voluntad del Espíritu dirigida a hacer o producir algo bueno.
El valor de la relación social quedó estampado en nosotros los Espíritus, como una reacción natural a la búsqueda del Progreso. Y nuestro cuerpo ha quedado evolutivamente “alambrado o conectado”, por decirlo así, de forma que estimule valores positivos, a través de todo un maravilloso mecanismo que funciona a nuestro favor.
Podemos, desde una perspectiva actualizada y científicamente validada, encuadrar la perspectiva espiritista del Progreso en la Ley de Sociedad con la actividad Altruista.
Más allá del pensar en hacer el Bien, recordemos que este es un deber de conciencia.
No son necesarios los reconocimientos, la búsqueda de la validación ajena, el permiso social o la adecuación a las costumbres, si estas no están a la par de nuestras aspiraciones superiores.
Nuestra Felicidad incluye, se nutre, se multiplica y se expresa en gestos que demuestran que somos felices y que aspiramos a que el otro también lo sea.
En múltiples ocasiones, cuando realizamos sesiones mediúmnicas con el objetivo de colaborar en las tareas que realizan los Mentores Espirituales, hemos conversado con Espíritus que nos hablan de su bienestar o malestar.
Algunos, una vez comprendieron y aceptaron el proceso de la desencarnación, rápidamente se reencuentran con amigos, familiares y espíritus afines que les acogen y reciben en una actitud festiva y alegre.
Otros, en pleno proceso de negación y rebeldía al proceso inevitable de la separación del cuerpo físico, buscan compañía y se asocian con afines que les ofrecen ruido, entretenimiento o participación en actividades poco nobles o moralmente cuestionables.
Entre estos dos extremos que acabamos de mencionar, los que se reintegran rápidamente a su espiritualidad consciente y los que se integran a compañías nebulosas, hay un mismo enlace: la socialización.
Claro está, quienes se reintegran rápidamente a su nueva realidad pueden recibir el apoyo y estímulo de no solamente disfrutar de su libertad y serenidad, sino de servir colaborativamente, como ejemplos reales, para que otros les sigan los pasos. La clave para esto es la solidaridad, la fraternidad y el trabajo altruista.
Te invito a que comiences desde hoy a convertir el servicio, la caridad, la solidaridad, el amor en acción, es decir el Altruismo, en parte de tu cotidianidad.
Así estarás ejercitándote y fortaleciéndote para cuando el reencuentro con tus seres amados pase a ser tu nueva realidad.
Escrito por José E. Arroyo. (Puerto Rico) Extraído del libro “Soy Feliz y Perfectible, como Tú. Cómo el Espiritismo y la Ciencia de la Felicidad coinciden y te pueden ayudar a vivir una vida mejor, más consciente y feliz“.
Puedes descargar este libro grautitamente desde la página de autor: https://www.educacionespirita.com/biblioteca