J. G. L. ha escrito:
«La idea es algo sólido, fijo; el pensamiento es algo fluido, cambiante, libre. Un pensamiento se hace otro, una idea choca contra otra. Podría decirse acaso que un pensamiento es una idea en acción, o una acción en idea; una idea es un dogma».
(Miguel de Unamuno, “Agonía del cristianismo, cap. Sobre Pascal”)
Creo en los espíritus, ¿pero a qué ese afán de verlos por doquier, influyendo en todo? Ellos forman parte de la Naturaleza, al igual que nosotros, y por tanto también influenciables.
¿Y a qué esa idea de tener a Dios como vigía de nuestras acciones y también presente en todo? Atavismo católico, interpretación pablista del pensamiento de Jesús de Nazareth. La moral cristiana del Espiritismo no es teologal, sino ética; difiriendo mucho de lo que vulgarmente se entiende como cristianismo, hasta el punto de que hablamos de Espiritismo, no de cristianismo. Espiritismo-cristiano, otra aberración.
El Evangelio según el Espiritismo ya lo dice, nos invita a una relectura de las enseñanzas del Rabí de Galilea, fuera de todo dogma y preconcepto. El judaísmo espera un Cristo o Mesías, el Espiritismo no lo precisa. Porque la “salvación” si es que hay que salvarse de algo, es propia.
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