Hacer Caridad a los Espíritus. 1ª parte.
En el numero 20 de La Luz del Porvenir* publicamos un artículo titulado, “Extracto de una comunicación” y en él nos ocupábamos de si era, o no, conveniente hacer caridad a los espíritus.
Expusimos francamente nuestra humilde opinión y aquí fue Troya: de Valencia, de Veracruz, de Alicante, de Buenos Aires y de otros puntos, recibimos cartas y artículos impresos protestando de nuestro modo de pensar, y sea porque no expusimos bien nuestros pensamientos, o porque no nos han entendido, lo cierto es que hemos encendido la tea de la discordia (metafóricamente hablando) entre algunos espiritistas.
En este supuesto, nada más justo que escribamos uno o dos artículos más sobre este asunto, que aunque no pretendemos convencer a nadie, sí queremos dar más explicaciones sobre este particular, que tan interesante es a nuestro parecer y de tanta importancia para la vida racional del Espiritismo.
Nosotros respetamos y admiramos los trabajos verificados en la sociedad “Constancia” (de Buenos Aires), donde bajo una entendida dirección, personas competentes hacen profundos estudios.
Sabido es que donde hay entendimiento claro, todo el trabajo que se emprende es útil; y para estos hombres entendidos no hablamos nosotros, que cada cual progresa según sus aptitudes especiales, según sus aspiraciones y sus conocimientos anteriores.
En un Centro bien organizado como el que dirigía Allan Kardec en París, Fernández Colavida en Barcelona, Manuel Ausó en Alicante, Torres Solanot en Madrid, Bassols en Zaragoza, etc… que en estas reuniones se hicieran toda clase de estudios sobre Espiritismo, nada más justo ni más conveniente, porque había una inteligencia superior para juzgar y apreciar, no diremos con un criterio infalible, porque en la Tierra no hay ningún hombre que lo sea, al menos razonablemente.
Nosotros no combatimos a las personas sensatas que emplean su tiempo en convencer de sus errores a los habitantes del Espacio, porque todo es un estudio de más o menos aprovechamiento, pero estudio e investigación al fin.
Lo que nosotros hemos combatido, combatimos y combatiremos siempre, es que personas completamente ignorantes hagan caridad a los espíritus, porque esta clase de comunicaciones y de intimidades con los seres de ultratumba, es más peligrosa que el manejo de armas de fuego, por niños que desconocen el mecanismo de las pistolas o escopetas que en mala hora cogieron.
Hacer caridad a los espíritus, es un estudio, es un trabajo, es una investigación que debe revestir tal seriedad y examen tan minucioso, que sólo personas competentes deben dedicarse a ella, pero no las personas ignorantes, no los seres viciosos de conducta reprensible que por pasatiempo, por curiosidad y hasta por interés propio, se dedican a perder algunas horas pronunciando pláticas insulsas y dando consejos vulgares o haciendo preguntas impertinentes que dan por resultado relaciones terroríficas de los espíritus en sufrimiento, gemidos, sollozos y al fin un grito de alegría, porque han visto la luz, ¿Y la luz dada por quién? Por alguna mujer murmuradora que antes y después de la sesión, saca a relucir las faltas de cuantos conoce, o por algún hombre que vive escandalosamente fuera de su hogar.
Antes que espiritistas somos racionalistas, la razón es nuestro escudo, nos dirán que hay médiums admirables, (nosotros los hemos conocido) cuya conducta dejaba mucho que desear y que sin embargo sus comunicaciones eran un código de perfecta moral.
Esto es muy distinto, el médium es un instrumento nada más, y tanto es así, que a médiums hemos conocido, que se reían de los fenómenos espiritistas y decían que no los creían, en cambio los directores de los grupos familiares (que es donde hay monomanía de hacer caridad a los espíritus), éstos trabajan por su voluntad, éstos hablan, preguntan y amonestan y son los actores que desempeñan su papel mejor o peor aprendido, siendo su trabajo completamente distinto del que ejecutan los médiums.
Nos preguntan de Veracruz si no es útil orar por los espíritus en sufrimiento, y a esto contestamos: que la oración es una expansión del alma que se ha prostituido por el abuso que de ella han hecho las religiones. Rezar, se reza a todas horas, es una lección aprendida en la infancia que se repite como una canción popular, pero orar… se ora…. muy pocas veces en la vida con ese fervor, con ese íntimo deseo de que Dios escuche nuestro ruego. Ora la huérfana, ante el cadáver de su madre. Ora el anciano, ante la cuna vacía de su nieto más querido. Ora la madre, ante la tumba de su única hija. Ora la mujer enamorada pensando en su esposo ausente. Ora el padre de familia cuando ve que la miseria invade su hogar y él no tiene fuerzas para rechazarla. Ora la mujer abandonada recordando su niñez. Se ora en fin, siempre que se siente mucho, y para sentir es necesario que se agite nuestro ser por los grandes dolores que envenenan la vida, y esa oración suprema no se pronuncia pensando en los seres que sufren en el Espacio, podrá pedirse por ellos en el momento que nos impresionen sus quejas, pero luego…, se rezará a su memoria, se repetirán palabras, pero no se orará con ese íntimo sentimiento, que es el que tiene poder suficiente para conmover hasta el duro granito.
Creemos que a muchos espiritistas, les pasa lo que a la novia del cuento, que compró la cuna antes que el lecho nupcial. Si aún no sabemos complacernos mutuamente, si aún nos dejamos abandonados los unos a los otros ¿Para qué rezar por los de arriba sin antes proteger a los de abajo? ¡Hacer caridad a los espíritus! ¡Y mientras, se dejan a muchas familias espiritistas que se mueran de inanición!
Estudien en buena hora los hombres de talento, investiguen, analicen, busquen los secretos y los arcanos de la vida espiritual en los seres de ultratumba, pero no profanemos los santuarios de la ciencia, los que no tenemos más que ligeras nociones de la supervivencia del alma, no queramos coger el fruto sin antes haber sembrado la semilla.
Si en esta existencia no podemos hacer más que mejorar nuestras costumbres, no nos demos por descontentos, ya volveremos mejor preparados y entonces podremos relacionarnos más íntimamente con los espíritus, como vimos que se relacionaron Kardec, Fernández Colavida, Palet, y otros muchos sin tocar consecuencias funestas ni perder el tiempo lastimosamente.
En la Tierra tenemos mucho que hacer los espiritistas, sin entremeternos en libros de caballería, los que no tenemos instrucción, los que tenemos que ganarnos el sustento trabajando todo el día.
¿Acaso es preciso en las sesiones familiares ocuparse en rescatar cautivos? Lo primero de todo es leer y comprender lo que se lee, con estudiar cuanto han escrito Allan Kardec, Pezzani, Flammarion, Manuel González, Torres Solanot, Amigó y Pellicer, Navarro Murillo, William Crookes y centenares de obras espiritistas que hay al alcance de todas las inteligencias, es la mejor caridad que a sí mismos se pueden hacer todos los que carecen de instrucción, que el no saber no es ningún delito, y si nos hacemos la caridad de estudiar, entonces es muy santo y muy bueno que nos dediquemos a convertir infieles del Espacio, si tal es nuestro deseo, pero hoy por hoy, exceptuando los Centros formales donde hombres sensatos estudian las fases de la vida espiritual, en los grupos familiares por regla general, si no se contentan con las sencillas comunicaciones de deudos y amigos, se corre el riesgo de ser engañados por las máscaras del Espacio que se cambian de antifaz y modulan la voz a su capricho y a su placer.
Antes que espiritistas somos racionalistas, y encontramos que la mejor caridad es conocer nuestra ignorancia y nuestra pequeñez que no nos permite dar luz a nadie, cuando de ella carecemos una gran parte de los espiritistas.
*Publicado originalmente en el periódico espiritista “La Luz del Porvenir” a finales del siglo XIX.
Por Amalia Domingo Soler
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