Observamos en la calle o navegando por blogs y foros como otras propuestas espirituales o filosóficas irradian más cercanía, y son más trasformadoras e integradas con la espiritualidad universal (siento decirlo, pero de hecho, con frecuencia, resulta mucho más agradable y amiga la compañía de estas personas que la de los propios espíritas)… Y digo esto porque muchos son una compañía “pesada”, machacona, a menudo, marcadamente conservadora e integrista (que no integradora), lo cual es toda una paradoja si tenemos en cuenta que representan a una filosofía de luz y paz, revolucionaria y universal.
Muchos espíritas comparten esta sensación… la de que no terminamos de avanzar, aparentemente leales a la doctrina, pero en realidad mucho más leales a enfoques personalistas, de interpretaciones sesgadas, más en sintonía con tal o cual cultura autóctona de base que con la propuesta de la codificación. Y lo que es peor: ni los Congresos, los encuentros, publicaciones, etc., alejan la sensación de estar encajonados en un sistema cerrado.
¿Hemos perdido los espíritas la capacidad de consolar y la hemos invertido en el adoctrinamiento?
¿Nos hemos convertido en un subproducto filial de la mística brasilera?
¿Nos hemos acomodado en un modus operandi más burocrático que humanista?
Si escuchamos con imparcialidad, vemos que muchos activistas de este ideal, más que espiritismo, proclaman el evangelio (ojo, algo bueno y bello… pero que ya hacen los católicos y protestantes). Obvian que el Espiritismo es cristiano en cuanto a su moral, pero no es cristianismo: ¡es Espiritismo!
Para hablar del evangelio ya estaban las sectas cristianas, ¿no vino el espiritismo para algo más?
Reflexionemos.
Por Lumen para zonaespirita.com
Sábado 5 de diciembre de 2015