julio 6 2020

Una de las Grandes Verdades

Destinado el hombre a escudriñar hasta el último rincón de la Tierra para investigar la verdad, no debe jamás encerrarse en la ignorancia e ir acrecentando la duda; porque ésta; es imagen de la pereza, dogal de la humanidad y claro indicio del atraso del Espíritu.

Cuando una nueva escuela abre sus puertas de par en par y les dice a los hermanos que vayan a beber en la fuente de su doctrina, porque ella es la regeneradora del Universo, no debe echarse en los brazos de la indolencia, ni mirarlo como cosa baladí, tampoco es conveniente aceptar lo que no se comprende, afirmando lo que otros dicen, porque sí, ni creer lo que no se ve, por más que quepa en lo posible; pero sí hay una gran necesidad de que, al presentarse una reforma, el hombre se dedique a una observación prudente y a un minucioso análisis, de todo cuanto encierre.

Todo el que funda una ley, lo hace con pleno conocimiento de que es lo mejor; pero esto no basta, porque así como puede ser una realidad, también pudiera no ser sino mera ilusión creada por la ofuscación del que la fundó.

Así es que para salir de la duda, es preciso apelar a todos los medios de que es capaz la inteligencia humana, para que al final de este trabajo, nos hallemos convencidos, ya sea de lo falso, ya de lo verdadero; advirtiendo que, lo falso o lo ilusorio, es más difícil de aclarar que lo real y positivo; porque el primero, está artísticamente cubierto con los colores de la ficción, mientras que el segundo, ostentando un foco de luz divina, deja entrever cuantas verdades se quieran analizar.

La inteligencia, sujeta todo cuanto existe a la marcha del progreso y no puede a veces comprender hoy, lo que quizás mañana dilucidaría con suma sencillez; y, únicamente la continuidad en el estudio y en el transcurso del tiempo, podrán resolver todos los problemas.

El racionalismo, esencia de las filosofías antiguas y modernas, es una de las escuelas que se abren para dar paso a la humanidad diciéndole: yo soy tu estrella polar, sígueme; sal de la inercia, pobre esclava; tiende tu vuelo en pos del progreso; ten deseo de ver la luz; fija tu vista en el voluminoso libro de la Creación; estudia sus páginas, y allí comprenderás algo de la sabiduría infinita del Eterno; despierta a la voz del Espiritismo, que ella te anuncia un porvenir más risueño del que tu mente forjaba; yo te conduciré por el sendero del bien y te enseñaré los escollos de la vida; yo te revelaré la existencia de mundos ignorados y fortaleceré tu Espíritu con la calma de la resignación y la esperanza del perdón; yo haré más intenso tu amor para que seas dichosa, porque sin él no se puede vivir en la Tierra ni ser feliz en el espacio; yo abriré en tu corazón las fuentes del sentimiento y te inculcaré la fe de la convicción, para que puedas luchar con valor, y escudarte con la razón y arrolla la mentira para que triunfe la verdad; yo soy en fin, el mensajero de Dios que viene a dar vida al cuerpo, libertad al alma y alas al pensamiento.

Esto es lo que dice la escuela racional a los habitantes de la Tierra, y esto mismo repetimos nosotros a los que dudan o viven sin fe ni creencia alguna.

El Espiritismo es ciencia para el sabio, luz para el ignorante y paz para el afligido.

Sin religión no se puede vivir, porque ella es el santuario del alma, su fe y su esperanza: el que vive sin creencia, es una planta exótica sin sol que la vivifique, sin mano que la cultive, sin auras que la acaricien ni aura que la sonría; mas si la religión es falsa y su base un conjunto de ideas erróneas, aunque por algún tiempo aliente el Espíritu, él es también el encargado de despejar la incógnita y poner de manifiesto cuantos errores existen, se apoya en la verdad, pues cuanto más se estudia, se analiza y se pone en práctica, más buen resultado se obtiene.

Todo ser pensador, va siempre tras la verdad y no se cansa jamás de buscar y rebuscar hasta que la encuentra.

Muchas veces hemos visto a personas bastante ilustradas, dudar de una cosa y cruzarse de brazos, sin dar un paso para averiguar si aquello encerraba una gran verdad o un gravísimo error.

Esto demuestra el gran atraso que aún existe en nuestro planeta y los muchos siglos de existencia que necesita para el desarrollo moral e intelectual de sus habitantes.

Las humanidades primitivas, vivían en la ignorancia y se alimentaban del error, siendo su creencia predilecta, todo aquello que más carácter tenía de supersticioso; y sus escasas inteligencias ofuscadas por los vapores del vicio, no llegaba a comprender su estacionamiento ni las fatales consecuencias que podía reportarles aquel cúmulo de ideas ilusorias, hijas de su mismo atraso o creadas por el delirio.

Después, el hombre, algo más cauto, fue desechando multitud de absurdos; y hoy muchos son los que no dan cabida en su cerebro a los misterios, sino que piden luz a voz en grito y no se conforman con lo que los demás dicen, puesto que quieren tocar la realidad por sí mismos.

Esto indica que a pesar de la ignorancia y el fanatismo que aún existen y lo mucho que falta para la completa regeneración del planeta, el progreso avanza, aunque a paso lento; y cuando oye hablar de una nueva reforma, ya no son todos, los que cruzan los brazos a escuchar con indiferencia, sino que se opera una revolución moral en algunos, y estos acuden presurosos a investigar lo que hay de cierto o falso en la nueva escuela: de aquí resulta que, si ésta se basa en lo justo y lógico demostrando la verdad clara y sencilla, según van las inteligencias desarrollándose, irá fructificando la semilla del bien.

Muchas veces nos quejamos del poco adelanto, y sin embargo, si echásemos una ojeada a las humanidades de ayer y las comparásemos con el presente ¡Cuán y cuán distintas son sus ideas tanto para el presente como para el futuro!

Si abarcáramos con una mirada sus trabajos, ayer estaban en embrión, hoy ya son un boceto, y mañana serán una obra de arte completamente acabada; y así sucesivamente, todo cuanto data de aquellos remotos tiempos.

La escuela racional, nueva en apariencia, pero antigua en realidad, porque el Espiritismo ha existido siempre, en atención a que todo cuanto se ha atribuido a milagros o apariciones, no ha sido otra cosa que revelaciones de los espíritus obtenidas por distintos médiums, nos demuestra una de las grandes verdades ignoradas por la mayoría de los hombres; que hoy cuentan con millares de adeptos que resueltos a todo trance a encontrar una verdad positiva; viven a su bienhechora sombra resignados, porque allí han hallado la tranquilidad del alma y el porqué de sus dolores.

Si ávida la humanidad de luz, despertarse del sueño de la indolencia, las nubes del error huirían con pasmosa rapidez, y el purísimo Sol de la verdad penetrando en todas las inteligencias, haría comprender a los hombres la oscuridad en que han vivido y los múltiples desaciertos que han cometido por la falsa interpretación de las cosas.

¡Cuantas veces la ofuscación nos conduce al precipicio!

En el triste destierro en que vivimos y por mucho que nuestra mirada abarque, jamás vemos el peligro que nos cerca sino a medias; somos niños ante los innumerables escollos que se nos presentan, y necesitamos un puro racionalismo que nos enseña el modo de salvarlos; somos casi ciegos, y es preciso ir con tiento para no caer.

El Espíritu, maniatado por los lazos materiales, es un pobre preso que, aunque en más de una ocasión quisiera tender su vuelo, no tiene más remedio que sujetarse al pesado eslabón de su existencia y seguir paso a paso las distintas etapas de la vida; en ellas, se adquieren infinidad de errores, quien más, quien menos; pero que sin ellos, no se puede llegar a la verdad ni se la sabe apreciar en todo su valor.

Los que somos espiritistas racionales, deploramos la indolencia de muchos que, viven entre sombras o en completo escepticismo; pero ante el bien general, siempre nos convertiremos en profetas para decir a la humanidad que, una nueva aurora se ve brillar en lontananza, cuyo lema es el siguiente: tras la tempestad, la calma; tras las luchas, el descanso; tras el llanto una sonrisa; y tras el sufrimiento, la recompensa.

El Espiritismo, es el ángel de la paz que viene a demostrarnos una de las verdades más positivas, para que al dejar la Tierra abriéndose paso por la inmensidad, entrevea un mundo de felicidades.

Por Amalia Domingo Soler

Artículo extraído del libro recopilatorio La Luz de la Verdad

Escrito por Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler (Sevilla, 10 de noviembre de 1835 – Barcelona, 29 de abril de 1909) fue una escritora y novelista española, y gran exponente del movimiento espiritista español por sus actuaciones de divulgación y médium psicógrafa. Nota de Zona Espírita: En este perfil se publican contenidos escritos por ella. Las partes subrayadas y resaltadas han sido realizadas por esta web.


Publicado 6 julio, 2020 por Amalia Domingo Soler en la/s categoría/s "Blog Amalia

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