julio 17 2015

Extracto de una comunicación

reincarnationCon el uso del libre albedrío que tiene cada individuo, hemos aceptado del Espiritismo todas las manifestaciones y procedimientos de muy buen grado, menos el hacer caridad a los espíritus.

Sin poderlo remediar, cada vez que vemos a un médium hacer visajes y contorsiones, lanzando maldiciones espeluznantes, dominado por un Espíritu en sufrimiento, se apodera de nosotros tal contrariedad que huimos de presenciar tales escenas, de escuchar los diálogos que se entablan entre el presidente del grupo o del centro que se dedica a hacer caridad a los espíritus. 

Mas siempre que hemos tocado este punto, haya sido de palabra o por escrito, hemos sido reconvenidos por cuantos nos han escuchado, pero recriminados duramente, diciéndonos que difundir la luz entre los ciegos era una obra de misericordia y ciego era el criminal empedernido que en sucesivas existencias, hacía el mal por el solo placer de ser hostil y feroz para con sus semejantes; a lo que siempre hemos  contestado: y antes de ser conocido y practicado el Espiritismo en la Tierra, ¿Cómo abrían los ojos a la luz, los ciegos de entendimiento?

Cuando no había médiums a quien molestar y entretener, (porque éstos no habían adquirido el menor desarrollo) ¿Qué hacía Dios con aquellos desventurados? ¿Los dejaba sumergidos en las tinieblas? Esto no parece posible; porque las leyes Divinas son de toda eternidad, y a Él no se le ocurrirá hoy, lo que no pensó ayer, por consiguiente, los espíritus en el Espacio siempre habrán tenido guías y protectores que les habrán enseñado el camino del arrepentimiento y los medios más oportunos para salir del caos del dolor; y además, ¿Qué papel representa en el Universo la humanidad terrena? ¿Qué virtudes atesoran los habitantes del planeta Tierra? ¿Qué grados de progreso les hace marcar en la historia de los siglos, los hechos más culminantes de su vida?

Triste y vergonzoso es confesarlo, pero en todos los tiempos se ha sostenido una lucha titánica y fratricida, el fuerte dominando al débil, y éste empleando la astucia y todas las malas artes para vengarse de su opresor; no ha habido redentor en la Tierra que no haya sido crucificado, no ha habido sabio que no haya sido objeto de ludibrio para sus semejantes en el cuerpo, mas no en la inteligencia.

Todos los grandes inventos han sido bautizados con las amargas lágrimas de su inventor. Toda religión, todo principio de moral ha sido maleado y explotado por la ambición insaciable del hombre. Todos los imperios más poderosos han levantado su solio sobre montañas de cadáveres. Los políticos eminentes, los que sostienen en sus tronos a los Césares, no son otra cosa que mercaderes de coronas.

En la Tierra hasta el amor es un cambio de egoísmo. Y estos espíritus que viven en continua turbación, en uno de los mundos de peores condiciones que pueblan los espacios, son los encargados, son los elegidos para dar luz a los que ya no tienen la camisa de fuerza de nuestra grosera envoltura.

¿Hemos de instruir a los que están más libres que nosotros?  El Espiritismo indudablemente tiene aún muchos puntos oscuros, y uno de ellos ha sido y es para nosotros “el hacer caridad a los espíritus”, pero como siempre que hemos tratado semejante cuestión, hemos adquirido enemigos y hemos sido objeto de agrias censuras, hemos concluido por decir: ruede la bola, estudiemos y algún día se sabrá la verdad.

Así las cosas, hemos seguido asistiendo a las sesiones espiritistas del Círculo de Buena Nueva, en el cual, en doce años que venimos estudiando las comunicaciones que da un buen médium parlante, nunca afortunadamente, éste ha servido de instrumento o de intermediario a espíritus en sufrimiento.

Sus comunicaciones sencillas y dulces las unas, filosóficas y profundas las otras, han sido un curso de moral racionalista, digno de ser estudiado y archivado en la biblioteca del hombre más sabio; pero careciendo de taquígrafos nada ha quedado de tan buenas lecciones, más que alguna que otra historia que hemos recogido en fragmentos, o el extracto de alguna comunicación cuyo asunto nos pareciera digno de ser estudiado y comentado detenidamente; y a este género de comunicaciones, pertenece la que oímos el 22 de julio último*; la que hubiéramos querido que la hubiesen escuchado todos los espiritistas de la Tierra; porque el Espíritu que se comunicó dijo grandes y profundas verdades, y tanto nos impresionaron sus palabras, que le pedimos que nos inspirara para trasladar al papel algunos de sus conceptos; y aunque muy imperfectamente haremos el extracto de un discurso, quizá el más notable y de mayor trascendencia que hemos oído sobre Espiritismo.

Dijo así el Espíritu:

Hermanos míos, voy a tocar un tema que ha sido muy discutido, que ha levantado gran polvareda entre los espiritistas, y éste se reduce a hacer una pregunta sencillísima. ¿Es útil, es conveniente hacer caridad a los espíritus?

“¿Qué son los espíritus para los terrenales? Seres invisibles que se comunican con determinadas personas, las cuales tienen condiciones medianímicas apropiadas, para recibir de distintas  maneras el pensamiento y la voluntad de los que un día habitaron en la Tierra. ¿Podéis responder de su identidad? No; podéis deducir, conjeturar y hasta creer que será éste, o aquél, unas veces porque le ven los médiums videntes, otras porque dicen lo que sólo uno de sus deudos sabe, pero la completa y absoluta seguridad de que el que se comunica es Juan, Manuel o Pedro, esa no la podéis tener, la identidad sin duda es completamente imposible; luego al hablar con los espíritus, habláis con seres enmascarados que pueden reírse de vosotros a mandíbula batiente (si la tuvieran), como se ríen vuestras máscaras en las fiestas del carnaval de aquellos que se empeñan en adivinar, quién será el bullanguero encapuchado sabedor de secretos y deslices.”

“Y a estos seres que no conocéis, que ignoráis por completo cómo vivieron y cuales fueron sus aspiraciones en la Tierra, si se os presentan gimoteando y destrozando al médium, decís con acento compasivo: ¡Pobrecito! ¡Cuánto sufre! ¡Qué turbación tan horrorosa! Es preciso no dejarle en la oscuridad. Escucha buen Espíritu, ¿Tú no sabes que existe Dios? A esta pregunta el pobre médium suele ser arrojado al suelo y maltratado por el Espíritu que reniega y maldice hasta su sombra; y los inocentes espiritistas sin cuidarse de lo que sufre el médium, principian a exhortar al Espíritu en turbación y a decirle: mira, atiende, escucha, ¿Tú no sabes rezar? ¡Ah! Tú no sabes el consuelo que se encuentra en la oración, ora, buen Espíritu, ¡Elévate! ¡Elévate! Y encontrarás a Dios.”

“¡Infelices! (que no merecen otro nombre los que se asocian a los comediantes del Espacio) ¿Pensáis que un Espíritu empedernido en el crimen se eleva en el breve plazo de algunos segundos? No; necesita siglos para engrandecerse y aspirar el perfume divino de la oración. ¿Por qué sois tan torpes? ¿Por qué no estudiáis en vuestra propia vida? En vuestra misma familia no faltará un ser más descreído que vosotros, que se ría de vuestras creencias y al que predicáis continuamente para que entre en el redil, y cuántas veces, después de escucharos os dice  con la mayor indiferencia: bueno, allá veremos; y a su vez aprovecha la ocasión que cree más propicia para ridiculizaros y atraeros a su escepticismo, sin que vuestro trabajo obtenga más fruto que el que alcanzar pudiera un misionero, predicando en un desierto día tras día.”

“Vosotros mismos, si os miráis sin usar el anteojo del amor propio, reconoceréis que de cien defectos, sólo os habéis despojado por completo de uno, después de estudiar años y años el aforismo de la moral eterna: “no hagas a otro, lo que no quieras para ti”. Ahora bien, ¿Cómo queréis, ¡Pobres ciegos de entendimiento! Que los criminales se rediman en un segundo, si vosotros sin serlo, tardaréis muchos siglos en redimiros?”

“¡Redimir! He aquí la eterna monomanía de la humanidad; pero siempre queréis redimir a los que están más lejos, olvidándose de vosotros mismos, y luego de aquellos que llamáis salvajes y que habitan en regiones, en las cuales aún no habéis puesto vuestra planta. ¡Tanto como tenéis que hacer aún en ese planeta, tanto como tenéis que colonizar, tanto como tenéis que aprender para enseñar e instruir, a las masas embrutecidas por la barbarie de la ignorancia!… y perdéis un tiempo precioso ridiculizando al Espiritismo, convirtiendo un estudio serio y profundo en irrisible pantomima, en comedia que por vuestra torpeza puede muy bien convertirse en tragedia”.

¿Queréis hacer caridad a los espíritus? Comenzar por vosotros mismos, moralizando vuestras costumbres y dulcificando vuestros sentimientos; engrandeciendo vuestros ideales y sublimando todas vuestras aspiraciones, siendo modelos acabados de mansedumbre y de templanza, esa es la mejor caridad que podéis hacer a los que os necesitan.

“No levantéis un nuevo monumento a la superstición, no hagáis del Espiritismo una farsa indigna entre los miserables de arriba y los imbéciles de abajo, aprovechad mejor el tiempo estudiando, que nada sabéis todavía del mundo de los espíritus, pues sólo sabéis que el alma no muere, pero ignoráis en las condiciones que se encuentra, pues en vuestras afirmaciones todo es hipotético, os  pondré un ejemplo sencillo: ¿Saben los hombres honrados lo que pasa dentro de los presidios? No; acuden a ver a los confinados, les aconsejan, les exhortan y sus palabras resuenan en los oídos de los penados como una música más o menos armoniosa, que al cesar la cadencia cesa la impresión, y su género de vida no sufre alteración alguna, porque siempre se inclina el Espíritu del lado de la rutina y de la costumbre, pues de igual manera, los espíritus criminales no se convierten por los consejos de aquéllos a quienes toman en su malicia y perversidad como juguete y entretenimiento, complaciéndose en atormentarlos y en obsesarlos sin compasión”.

“¡Cuánto tiempo malgastáis! ¡Cuántas horas perdéis en inútiles predicaciones, conversando con los de arriba mientras abandonáis a los de abajo!…”

“¿Creéis que os faltan en vuestro planeta espíritus en turbación? Miraos a vosotros y veréis que ocupáis el primer lugar entre los seres ofuscados”.

“Estoy leyendo en vuestro pensamiento que se hace la siguiente pregunta. ¿Todos los espíritus en sufrimiento que se comunican, son unos impostores? ¿Todos engañan? No todos precisamente; pero tened entendido que el Espíritu que de buena fe llega a vosotros para contaros sus penas, respetará al médium y no le hará sufrir, ni tampoco dirá con fingido alborozo ¡Qué bien me encuentro! ¡Ya veo la luz! ¡Cuán feliz soy! No, nada de eso; porque tenedlo bien entendido, no sois los terrenales los encargados de dar luz a los habitantes del Espacio, porque aún vivís en completas tinieblas, porque sois unos infelices cargados de penalidades y no sabéis siquiera la mayoría de vosotros, de qué se compone el aire que respiráis*. No tratéis de redimir a nadie, que harto trabajo os costará redimiros en el transcurso de los siglos”.

“Aprovechad mejor el tiempo, estudiad, analizad, comparad y haréis la mejor obra de caridad porque veréis nuevos horizontes y dejaréis de representar farsas ridículas, queriendo convertir muchas veces a quien sabe más que vosotros, en todos  los sentidos”.

“Los espíritus no necesitan caridad, en el Espiritismo no hay ánimas del purgatorio que esperen misas y responsos, las leyes eternas se cumplen sin intervención de nadie; los espíritus se estacionan o adelantan según sus grados de progreso ¡Y cuántas comedias se han representado hasta ahora en los Centros Espiritistas! Porque no ha habido tal conversión y sí sólo la burla de los de arriba y la supina ignorancia de los de abajo”.

“Repetid mis palabras y no temáis al estamparlas en el papel, que ellas den lugar a protestas, decid siempre la verdad, que la verdad os hará libres. De verdades está sedienta la humanidad, tenedlo bien entendido, haced que la razón sea el manantial inagotable que calme la ardiente sed de las generaciones del porvenir. Adiós”.

Ésta fue la síntesis de la comunicación, su lenguaje fue correcto y elocuente, y hartos sentimos no haber podido copiar fielmente sus menores palabras, pero en la ruda lucha de la vida no siempre se dispone del tiempo necesario, no siempre se pueden emplear todas las horas en trabajos intelectuales; mas aunque muy imperfectamente, no hemos querido dejar de transcribir algunos fragmentos de tan valiosa comunicación, que ha venido a corroborar nuestra opinión de que los espíritus no necesitan caridad; al menos en la forma que hasta ahora se ha venido haciendo, y creemos que el mayor bien que les podremos hacer es convertir la Tierra en un mundo de paz y de amor; paz y amor que hasta el presente desconocemos, pues los terrenales no se quieren, no se aman, únicamente se toleran, la tolerancia es lo que hoy simula el amor en el seno de la familia; que los espíritus perversos cuando se acerquen a la Tierra no vean más que familias felices, y la contemplación de nuestras virtudes, será para ellos la mejor obra de caridad.

*Publicado originalmente en el periódico espiritista “La Luz del Porvenir” a finales del siglo XIX.

Por Amalia Domingo Soler 

Escrito por Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler (Sevilla, 10 de noviembre de 1835 – Barcelona, 29 de abril de 1909) fue una escritora y novelista española, y gran exponente del movimiento espiritista español por sus actuaciones de divulgación y médium psicógrafa. Nota de Zona Espírita: En este perfil se publican contenidos escritos por ella. Las partes subrayadas y resaltadas han sido realizadas por esta web.


Publicado 17 julio, 2015 por Amalia Domingo Soler en la/s categoría/s "Blog Amalia", "Espiritismo", "Mediumnidad", "Opinión personal", "Prensa", "Psicografía", "Reflexión

1 COMENTARIOS :

  1. Pingback: Hacer Caridad a los Espíritus. 1ª parte. - Zona Espírita

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.